Bailar, bailar, bailar. El arte plumario en los penachos de Eligio Hernández Sánchez

El Carnaval corre por las venas de Eligio Hernández Sánchez. Varias evidencias sostienen este argumento. En primer lugar, destaca su lugar de origen: San Francisco Tlacuilohcan, una comunidad de Yauhquemehcan, municipio considerado como uno de los núcleos carnestolendos, de acuerdo con las ideas planteadas por el investigador apizaquense Joel Dávila.

Para Dávila, la representación del Carnaval en Tlaxcala ofrece claras similitudes y sutiles diferencias entre las comunidades donde se organiza. Entre las primeras, se encuentra el carácter festivo e irreverente, mientras que las danzas y los diferentes trajes perfilan las disimilitudes.
Varias comunidades muestran formas únicas de representar el Carnaval; es tal su fuerza expresiva, que se convierten en una referencia regional, que influye en la manera de practicar el Carnaval en otras localidades.
Uno de esos lugares es Yauhquemehcan.

TIEMPO DE CARNAVAL

En esta oportunidad, conversamos con Eligio Hernández Sánchez, un empresario que está detrás del diseño y elaboración de algunos de los más impresionantes penachos que lucen los danzantes de Yauhquemehcan, que se han convertido en referencia de esta festividad, y que incluso han acompañado al cantante huamantleco Carlos Rivera en algunos de los videos musicales que este ha producido.

Por supuesto, Eligio Hernández lleva el baile en las venas. Él es un eslabón más de una cadena familiar que cuenta en décadas el trazo de los pasos de las fiestas carnestolendas.
De hecho, lleva 35 de sus 55 años de vida participando en la camada de su pueblo, San Francisco Tlacuilohcan. El grupo ya se enfila hacia los cien años de existencia, tras ser fundado “por ahí de 1930 o 1932”. Se trata de “una camada antigua. Ha venido bailando ahí mucha gente, desde los abuelos, los padres y ahorita nosotros. Son varias generaciones”. Dos de las tres hijas de Eligio Hernández han seguido los pasos de la familia y muestran la misma pasión por el baile.

“Pasando el año, ya para nosotros es Carnaval”, sentencia al inicio de la charla, mientras reflexiona sobre lo que representará la celebración de este 2023, libres ya de las restricciones impuestas por la COVID-19.
“Hicimos el año pasado un Carnaval, pero como que estuvo muy frío”, refiere. Ahora todo será diferente. O, mejor dicho, tratará de ser como antes de la contingencia sanitaria.

La conversación transcurre en el taller donde elabora los penachos, que engalana con plumas de faisán dorado, u otras tan exóticas como las de cóndor, muy difíciles de conseguir, dadas las restricciones que puede tener el comercio de un adorno de esa naturaleza.

El espacio en el que transcurre la entrevista también es una galería, donde se resguardan los trajes que ha vestido Eligio Hernández, así como los de sus hijas. “Aquí también tenemos el taller donde armamos las estructuras y los penachos. Atendemos a los compañeros que vienen o personas que están interesadas en que se los haga. Aquí los elaboramos, porque es donde tenemos el material”, explica.

—¿Cómo empezó a bailar?
—Viene de familia. Mi abuelo todavía le tocó bailar, a mi papá también, y obvio, pues hasta el día de hoy. Y así mis hijas y por ahí tengo nietos, que igual les gusta bailar.
“Empecé mucho muy chico, pero no tuve la oportunidad de bailar debido a que trabajaba. Entre escuela y trabajo era muy complicado, pero ya en determinada edad, me fue más fácil y me dediqué de lleno a bailar”.

—¿Qué representa para usted bailar?
—Es un ego como persona el poder salir en la danza, porque es lo que representamos, la danza, las tradiciones de Carnaval. Para mí representa poder llevar nuestra cultura cada año, dentro del municipio, el estado y fuera del estado, y fuera de México también. Para mí representa mucho esta tradición y estas culturas.

EL ARTE PLUMARIO

—¿Cómo empezó a diseñar el vestido de los huehues?
—Al inicio usábamos una corona en la cabeza. Después se implementó un penacho con plumas de avestruz, luego se hizo otro cambio y se metió la pluma exótica de guacamaya, colas de águila y muchas otras plumas.
Posteriormente —refiere— se dio otro cambio, porque el penacho tenía mucha pluma de faisán y empezó a ser pesado para usarlo en la cabeza. “Ya cargábamos hasta ocho kilos en la cabeza. Era mucho fierro”.

Con otro de sus compañeros, consideró conveniente hacer un cambio, “y es ahí donde entra la innovación última, que hasta ahorita se quedó. Esa la arrancamos en el 2009”.
Fue entonces que hicieron las primeras estructuras. Para el siguiente año comenzó una suerte de competencia o guerra amistosa por lucir el penacho más grande y vistoso; el resultado fue el crecimiento significativo de estas prendas, hasta alturas de vértigo y de barroquismo.

“Así nace el gusto por trabajar el arte plumario, porque yo fui uno de los iniciadores en hacer las bases, las estructuras. El arte plumario se puede trabajar en pura pluma o también se pueden meter algunas aplicaciones, se pueden hacer bordados en chaquira, por ejemplo; pueden meterse materiales plásticos también.

“Hay un sinfín de cosas para trabajar la pluma. Es bonito, a mí me encanta, porque hay gente que me pide un modelo de pantle, que es un estandarte. Me piden un modelo y tengo que ingeniármelas para sacar el modelo que quieran. Hoy, por ejemplo, me dicen: ‘Quiero dos dragones’, y tengo que ingeniármelas para tener los dos dragones. Después entrego la estructura y se mete toda la plumería. Hay algunos compañeros a los que les hago todo el tema de emplumar”.

Llegado a este punto, Eligio Hernández apunta hacia un joven que lo ayuda en las tareas de elaboración de los penachos. “Este joven quiere aprender y se vino para acá. Me ayuda en varias cosas y al mismo tiempo va haciendo lo suyo. Es una manera de que vayan aprendiendo y esto no se pierda”, resalta.

—¿No hubo rechazo con la nueva propuesta?
—No, fue una aceptación total. Hemos platicado entre Israel y su servidor y nos hemos dado cuenta hasta dónde alcanzó a extenderse la nueva propuesta, porque fuimos nosotros, aquí en Tlacuilohcan, donde empezamos con esto. Ya después dentro del mismo municipio, otras camadas siguieron.

“Aquí en el municipio hay 19 camadas de nuestro estilo. Después de aquí nos dimos cuenta que esta manera se fue a otros municipios, como Tetla, Xaltocan, Hueyotlipan, donde optaron por copiar modelos; luego hicieron sus propios modelos, pero similares a los nuestros.

“Nosotros ya éramos un espectáculo en nuestras presentaciones. En esos años teníamos muchas actuaciones fuera de nuestro pueblo, de nuestro municipio. La pluma era todo un espectáculo para cualquier gente. Dijimos: ‘Hay que hacer algo más espectacular, por qué no pegarle a algo así’. Los desfiles fueron todo un éxito. Yo recuerdo que en el 2010 hice un traje y los otros compañeros se hicieron los suyos. Éramos la innovación en ese desfile”.

—¿Qué se requiere para hacer las estructuras?
—Primero se debe tener una idea de qué es lo que se necesita. Después marco todo sobre un cartón y hago el molde. Posteriormente, me paso a otro material, el coroplast, que es un plástico. Hacemos los moldes aquí, los trazamos, se recortan y eso es lo que requerimos.

“Posteriormente se forra con contactel, que es una innovación que hicimos para que fuera práctico. Teníamos muchas participaciones con 200 o 300 plumas o más, porque hay huehues que le meten muchísimas. Lo que teníamos que hacer era ir metiendo plumita por plumita dentro de una carrillera; teníamos que estar haciendo esto de una por una. “Lo que hicimos fue dejar pegadas todas estas plumas, y al último nada más agregar a la carrillera; de esta manera es más fácil transportarnos, más práctico. Durante algunos años tuvimos la oportunidad de viajar a otros países, como Corea, Costa Rica, Colombia, Ecuador, y requeríamos minimizar la estructura, no llevar todo el monstruo, porque no podíamos trasladarlo.

“Tuvimos que hacer estructuras partidas en cuatro, para poder armar en los lugares donde nos presentábamos. Tuvimos que hacer todo esto práctico; es una manera rápida de quitarlos y ponerlos. Después de aquí tenemos las estructuras que son estas. Hoy en día esta es la estructura que manejamos. Es metal, porque al principio todas las hacía en aluminio, que era lo más ligero.

“Trabajé el aluminio, trabajé en la fibra de carbono, para aligerar el peso, pero todo esto era aluminio y policarbonato; era muy grueso el material. Tenemos otros metales y otros materiales que estamos ocupando. Teniendo la estructura, lo que hacemos es sujetar esta parte aquí, queda sujetada y sobre esto ya viene todo lo que quieras poner de pluma.
“Aquí es donde juegas con la pluma: qué colores quieres, qué cantidad de pluma le quieres meter, porque va organizada de uno por uno, de dejarla así planitos, todo en orden, que no nos queden disparejas, porque eso es lo que le da la vista, el orden y las combinaciones, aunque eso ya va al gusto del cliente.

“A mí me ha visto gente que quiere que le haga las piezas completitas y entonces ahí sí le arreglo la pluma y todo al gusto. Esto es la primera parte que se ocupa, para lo que es una base; tienen una que se llama pantle, que es un estandarte de guerra, que se usaba hace muchos años en Cacaxtla, y el arnés, que es similar o igual a un cacaxtle, nada más que es en metal, pero esta parte va aquí sujetada, y aquí es donde entra el penacho.

“Este es un cacaxtle y este vendría siendo un pantle, hablando en términos más antiguos, porque han existido. Es una fusión que tenemos de los aztecas con los trajes de los españoles y unas máscaras de tez francesa; es una fusión lo que tenemos. Si bien se habla mucho del encuentro de dos culturas, pues los trajes son una parte y nosotros los penachos, somos la otra”.

—¿En qué tiempo se hace un penacho?
—Ya emplumado y todo, yo me dilato una semana, con una persona que me ayude; en una semana hago cortes y emplumo, aunque puede ser menos, porque hay bases muy chicas, pero cuando lo haces de muchos volúmenes, y muchos escalones, entonces te llevas más tiempo.

—¿Hasta cuántas plumas puede tener un penacho?
—Yo le he metido hasta 350 o 400 plumas de las grandes, y en estas, como viene por ciento, trae hasta 2,000 o 3,000 plumas. En este caso la pluma va cosida, para que tenga esa vista.

“Todos los penachos, las estructuras, se pueden hacer al gusto. Hay plumas de cóndor, que son únicas; las plumas de guacamaya también. Este es otro tipo de guacamaya. Hay plumas de faisán plateado, de faisán dorado. Este tipo de pluma puede ir en color o al natural.

“Podemos pintarla o teñirla al color que quieran; de esta manera es como van quedando las carrilleras. Aseguramos todo lo que es la pluma para evitar el robo, porque desafortunadamente estamos bailando y te meten el jalón. Una pluma de estas cuesta 250 pesos; que en una bailada te arranquen dos, pues ya duele, ya pesa.
“Hoy vamos innovando en muchas formas todavía, ya está hecha la estructura, pero vamos innovando en modelos de bases. Hay de todos los estilos”.

—¿Y en cuanto a precios?
—Así como está de cara la pluma, el más sencillo podría costar 30 mil o 50 mil pesos, y de ahí para arriba, el que le quiera poner al gusto. Hay quienes le ponen hasta 150 mil. Hay gente que le gusta gastar en el Carnaval; eso es bonito aquí en el municipio, y en muchos lugares hoy en día.

—¿En qué tiempo terminaron la primera propuesta?
—Yo batallé la primera vez, porque no encontraba la manera de cómo sostenerlo; no encontraba la manera de qué volumen teníamos que hacer. Fue como una semana de “Quítale, córtale, ponle”, para poder llegar a algo de lo que queríamos. Nos poníamos la base, se nos doblaba, se nos movía.

“Tuve que trabajar en esa idea, de cortar, soldar, y haciendo diferentes formas para poder llegar a algo bien, porque si esto no está bien hecho, va a batallar mucho con los de arriba, y si algo tengo yo es que siempre las bases no las hago de mayor medida de lo que yo mido, o de lo que mide el que baila, porque eso nos trae problemas de que, si es más grande, más peso, ya no te sostienes, te puede hasta tirar. Tiene que ser un volumen más chico de tu estatura, para que lo domines, lo bailes y lo puedas disfrutar.

“Tengo una persona que se encarga de hacerme todas estas carrilleras, él es Omar López, una persona que igual baila. Tengo gente que me ayuda a hacer esto y me ayuda a hacer estas tapaderas. A veces por mi trabajo no me da tiempo hacer todo. Tenemos las máquinas, tenemos todo para hacer esto. Cuando se nos aprieta mucha gente, pues todo me lo hacen y ya nada más aquí vamos armando”.

—Antes de la COVID, ¿Cuántos penachos realizó usted?
—Cada año normalmente hago nueve o más estructuras, pero de los míos normalmente cada año me hago dos modelos o hasta tres propuestas, y con el que más me gusta termino quedándomelo. Este año no es la excepción, ya tenemos corte de tres estructuras, para hacer tres modelos. Bailo en el desfile con un modelo, y en el encuentro de Yauhquemehcan, pues otro modelito. Si hay la posibilidad de que aquí los hacemos, pues hay que aprovechar.

—¿Usted siente la diferencia al bailar tener un penacho o no tenerlo?
—Sí, sí me ha pasado. A veces uso un penacho de cabeza, que es ligero, pues ya estamos acostumbrados al volumen, estamos acostumbrados a bailar diferente. Cuando no lo tienes se siente la diferencia. En mi caso no es fácil soltar una estructura de estas. Solo en las casas cuando ando bailando me llevo algo ligero, para poder desplazarme a todos lados, pero si son encuentros o son desfiles, o presentaciones grandes, me llevo una base grande.

—¿Cuánto pesa una de estas estructuras?
—Llegué a hacer uno de 18 kilos.

Pesaba mucho. Hoy en día, con todo lo que hemos minimizado de materiales y hecho cambios, hay algunos que pesan ocho kilos, con esa cantidad de plumas, con todo lo que tiene. Si le metes más pluma, más peso va a tener. Hemos tratado de hacer todo ligero y práctico, que te dé un placer al bailar, que no andemos con incomodidades, como “Me lastima” o “Ya me cansé”.

“Hay gente que bailar con una base, una estructura es incómodo, que ya no bailan. A veces recibimos críticas de fuera, porque lo ven diferente, pero en realidad es que el huehue baila a su estilo y su velocidad, porque todos bailamos diferente.

“Hay jóvenes que con mucha energía brincan muchísimo, y habrá gente adulta, como mis compañeros y yo, que bailamos más despacio, pero también hay jóvenes que bailan muy despacio, porque es su estilo, no es que les estorbe. Es su estilo de baile. Nos permite bailar muy bien, la verdad es que para muchos que tienen esa pregunta, de que si es incómodo, la respuesta es no. No, no es incómodo”.

—¿En qué se inspira? ¿Cómo define la tendencia?
—Me inspiró durante el año de muchas formas. Me vienen a la cabeza muchas ideas, y las voy guardando.
Hoy en día tengo una carpeta donde puse “Traje 2024”, porque ya estoy trabajando para 2024. Como 2023 ya está concluido, pero me siguen saliendo ideas, las guardo para 2024. Hago una carpeta y digo: “El traje 2024 va a llevar estas figuras, un penacho de este estilo o con esta pluma, en estos colores”, y así voy durante el año.

“Cada que tengo una presentación, me salen ideas, las voy guardando para irlas aterrizando. Si es posible en su momento, las hago, y ya lo dejo listo. Por ejemplo, teníamos presentación con Carlos Rivera y dije: ‘Vamos a estorbar mucho con uno de estos’, y me hice un penacho ligerito, angostito, con el que me pudiera mover, que tuviera vistosidad, y rápido me hice uno en ese mes, que fue por abril o mayo, no recuerdo qué fecha. “Aunque no sea carnaval, yo puedo hacer una estructura en cualquier fecha para hacer una innovación”.

—Aparte de todo este gusto por el Carnaval, a qué se dedica usted.
—Tengo una empresa desde hace 36 años y ese es mi trabajo. Me da la oportunidad de tener libertad para hacer todo esto. Es la gran ventaja.

—¿Qué representan para usted las plumas?
—Representan el poder, porque entre más pluma, más poder; me refiero a poder como huehue. De por sí, desde años antes, Moctezuma tenía su penacho y lo tenía con plumas de quetzal, porque era el poder que tenía; entre más pluma, más poder. Creo que seguimos en la misma, empoderándonos; entre más pluma, más calidad.

—¿Usted también diseña sus trajes?
—Sí, igual hago los diseños de qué es lo que quiero. Entre un compañero y yo nos dedicamos a hacer el dibujo. Normalmente, mis trajes tienen un mensaje siempre. Casi todos mis trajes tienen un por qué. Y algunos otros en conjunto me los hacía con mi hija. Ambos salíamos combinados. Y ya nada más es el gusto de hacerte un traje, realmente quedan nuevos y un traje lo puedes bailar muchos años, pero me ha gustado más estar haciendo uno cada año.

—¿Y entre el traje y el penacho en cuánto sale toda la vestimenta?
—Sí se gasta uno arriba de 100 mil pesos en todo. Hay muchas cosas que no se gastan en un solo año, por ejemplo. Hay pluma de esta que yo ya tenía del año pasado y para esta fecha nada más estoy comprando el color, que es por fuera, pero ya vengo con años anteriores teniendo mi material, de esa manera no se hace pesado. Cuando empieza alguien a salir en el Carnaval, empieza igual con poco, al otro año lo crece, hasta que llega a un volumen.

—¿Cómo los afectó la COVID?
—Sabemos que en la vida pueden suceder muchas cosas, pero nunca estamos pensando en eso. Ahora que sucedió la pandemia, que nos dejó fuera, incluso cuando regresé a bailar para el 2021, recuerdo que empecé a bailar y no me sentía a gusto, sentí que no era momento de bailar, pero ya estábamos allí.
“Esa sensación me dilató un buen rato; tardé como una media hora en estabilizarme y sentir esa emoción que teníamos, la emoción con la que cada año llegas, la euforia, todo.

En lo personal, algunos familiares o conocidos fallecieron, traíamos ese peso, y entonces vienes con la idea de ‘Ya aquí nos quedamos, vamos a echarle ganas, vamos a dar todo lo que podamos». Pero nunca pensamos que se pudiera apagar de momento esto.

“Muchos de los compañeros de los que hemos platicado y que son de mi edad, hemos dicho, los años que vengan hemos de disfrutarlo con todo, a bailar, a brincar. Tengo un amigo, Francisco, que dice: ‘Después de estas oportunidades, lo que queda es bailar, bailar, bailar’.

—¿Cuál fue su primer sentimiento una vez que estuvo de regreso?
—La verdad es que cuando regresé, cuando entré, sentí escalofríos. Había algo que como que no sabíamos si lo estábamos haciendo bien o ya era necesario, pero sí, desde que entré, se siente uno mal. Por todo lo que se había vivido. “Ya cuando empezamos a bailar, que fue en Tlaxcala, en el Domo Blanco, ahí ya empezamos a bailar, después de media hora, dije: ‘Bueno, pues ya estamos aquí, a lo que venimos’, y pues se fue saliendo de a poco”.

—Ahora ya este año, al cien.
—Sí, para este año va a ser el mejor. Yo espero, en este año, muchas cosas, muchas novedades, mucha gente nueva. Hay mucha gente motivada en la camada que va a estrenar. Va a estrenar trajes, va a estrenar penachos. Va a ser un Carnaval único en este año, después de dos años que nos separamos tantito, para este tercero, quiero pensar que va a ser sorprendente.

“Aquí la camada cuenta con mucho estudiante. Cuenta con gente profesionista, con empresarios. Todos los que participamos tenemos una actividad. Están dedicados a algo y esa actividad les permite gastar en sus trajes y en todo esto que nos gusta”.

—Algo más que quiera agregar?
—Invitarlos al Carnaval, que aquí en nuestro pueblo arranca el 19, 20 y 21 de febrero, que se den una oportunidad de venir a ver a la camada Tlacuilocan, que es una camada muy representativa del estado, del municipio. Una camada que ha dado de qué hablar por muchos años, que llevamos 25 años, con un éxito día a día, cada año, más y más.
“Dense esa oportunidad de venir y venir a disfrutar aquí en el pueblo y en el municipio y donde nos presentemos, que puedan estar aquí, disfrutando de cada uno de los trajes, cada uno de los penachos.

“Cada uno tiene diferente estilo, que se den esa oportunidad de juzgar detalle a detalle, qué es lo que trae plasmado cada uno de esos trajes, qué mensaje traen en el traje, qué mensaje traen en una base, en un penacho, porque todo eso cuenta, cada uno lo hace con un mensajito. Que la gente se dé una oportunidad de visitar Tlacuilocan, uno de los mejores carnavales”, afirma nuestro personaje.

Marisol Fernández Muñoz
Yassir Zárate Méndez
Fotografía: Federico Ríos Macías
Aliyeri Garcia Hernández

Comparte este artículo