Es una mañana especial en el estudio del podcast Las Hijas de la Malinche, porque nunca hubo una invitada feminista de solo siete años, que quiere aprender náhuatl, que le gusta jugar en los árboles, no peinarse, que habla de derechos de las mujeres como si Alda Facio fuera su maestra y que expresa que se ama completa como es, mientras muestra su brazo pequeño y su brazo largo.
Belém, esta niña muy especial vive con su familia adoptiva en San Pablo del Monte, ya que su mamá falleció en un accidente y su papá se desapareció. Tiene la misión de decir aquello que muchas otras niñas en Tlaxcala –y más allá– todavía no saben cómo decir, o aún no saben que sus sentimientos tienen razón de ser.

Solo hay una Belém do Pará, y es una niña de tela, guata y cartón, nacida la mejor tradición de títeres en este lado del país. Surgió de la historia personal de Vanessa Pizano, promotora de los Festivales Feministas para Niñas y de la habilidad para hacer títeres de Sandra Flores, de Espacio Creativo en Puebla, hace cuatro años.
Y para eso solo hay una Belém do Pará, nacida en la mejor tradición de títeres en este lado del país. Nació de la historia personal de Vanessa Pizano, promotora de los Festivales Feministas para Niñas (que creció con el Festival Internacional de Títeres en el Teatro Xicohténcatl) y de la habilidad para hacer títeres de Sandra Flores, de Espacio Creativo en Puebla. Como para la mayoría de más de 184 mil niñas tlaxcaltecas (Censo 2020), las vivencias escolares son muy importantes para Belém do Pará.
Sentada frente al micrófono, habla sin ninguna timidez: “Pues me gusta mucho el recreo, la cafetería, los dulces y las tortas que llevan mis amigas. Los chanwis, la fruta y alguna que otra maestra”. Le gusta también la educación física, bailar y dibujar. Y algunas maestras, reitera. “Otras no me gustan, la verdad, porque son muy groseras”.
“Me regañan porque ando despeinada y me regañan porque mi uniforme está sucio”.
Aclara que no le gusta peinarse, sino que la peinen; pero le gustar correr y andar en los árboles y que la dejen soñar durante los honores a la bandera. Como a miles de niñas, le gusta tomar educación artística, educación física, las lecturas de la clase de español y los problemas sobre cómo gastar el dinero, que le presentan en la clase de matemáticas.
Con candidez y soltura, vestida con su blusa bordada y su falda larga, cuenta cómo va a la escuela desde la casa de Vanessa y su hija Renata y su hijo Héctor, quienes son su familia, y sus dos perros y sus plantas.
UNA NIÑA COMO NINGUNA
“Siempre me presento así: ‘Yo soy Belém do Pará. Tengo siete años. Soy tlaxcalteca, de San Pablo del Monte. No tengo mamá —y eso es importante decirlo— porque hay muchas, muchas niñas y muchos niños que no tienen a su mamá, ¿verdad? Entonces, después de decirles eso, también les digo que vean bien mi cuerpo. Mis brazos son diferentes a los de las otras personas’”. Belém tiene un brazo más largo que el otro. “Y así estoy contenta, pero eso es ahora, porque antes no me gustaba tener mi brazo así”.
No le gustaba porque la llamaban fea, mocha o le decían: “Pobrecita, no puede correr o no puede jugar”. Pero muy segura de sí, remata frente a la cámara: “Eso no es cierto. Estoy completa, no me falta nada. ¿Sabes de quién lo aprendí? De las feministas. Y de sus protestas”.

“Ellas fueron quienes me empezaron a hablar de cómo hay un sistema que quiere ver a todas las niñas tristes, y a ninguna nos quiere ver contenta con nuestro cuerpo y con lo que pensamos o hacemos. Y entonces, pues ellas me enseñaron que estoy completa y que yo soy bella, así como soy”.
Cuando se presenta ante un público, que suele ser de niñas, pero también de personas adultas, explica que además tiene una manguerita y la muestra. Prefiere decirlo ella antes de que le pregunten, porque le duele y le dan ganas de llorar. Quizá es cómo le preguntan. Por eso explica: “Ésta que tengo aquí se llama sonda y este hilo que tengo acá es parte de esta sonda”. Se adelanta y explica que de pequeña bebió un líquido, sin saber que era sosa cáustica y su esófago se quemó.
“Por eso me hicieron un hoyito aquí en la boca de mi estómago y me pusieron esta sonda y debo tener cuidado con muchas cosas; no puedo comer cosas muy frías, cosas muy calientes, cosas saladas ni limón, por ejemplo, porque se truena un globito que tiene la sonda adentro y me la tienen que cambiar”, en un proceso doloroso que solo tolera a cambio de disfrutar alguna vez un helado de limón.
Ha pasado muchos días en hospitales, en la sala de espera, en el quirófano, en recuperación. Días difíciles, pero donde sin duda ha hecho amigas y amigos con quienes intercambia cartas y dibujos.
Belém do Pará lleva un diario con cosas importantes, con cosas personales y “las cosas que me dicen las feministas también las escribo para que no se me olviden”. Escribe cosas que son solo para ella. “Soy muy enamoradiza, a mí me gusta admirar a las personas y entonces escribo cuando alguien me gusta y que me habla por primera vez o que
me regala algo”, por ejemplo, en el Día de la Amistad.
BELÉM DO PARÁ Y LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS
Belém es una niña con una misión: educar a otras niñas y niños sobre sus derechos. Ella sabe que, por ejemplo, en San Pablo del Monte “pasan un montón de cosas con las niñas y no las encuentra su familia”. Aclara: “No es que se pierdan, las roban”. Pero también sabe que es un derecho ir y venir sola a la escuela, a que las niñas anden seguras en la calle, como se garantiza en la Convención Universal de los Derechos del Niño, “que tenemos derecho a reunirnos y a estar en todos los espacios, o sea, en la calle también”.
Su nombre, Belém do Pará, es un lugar en Brasil, emblemático por ser el lugar donde se firmó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer «Convención de Belém do Pará» y que ha servido para justificar y crear legislación o programas por una vida libre de violencia en México y todo el continente. “Fue una reunión de adultas aburridas donde inventan sus palabras y temas”.
Aun así, Belém do Pará aprendió de las feministas para acercarse a niñas y niños. Hoy traduce esa discusión, las preocupaciones de las niñas mexicanas o de otros lugares y promover que se acabe la violencia.

“Mi historia tiene que ver con esta violencia también. Ves que no tengo mamá y se burlan porque no tengo mamá… y mi brazo: se burlan y me discriminan por no tener brazo, por no tener mamá, por tener una sonda y porque luego me dicen que estoy fea”. Eso, claramente es violencia.
Belém do Pará habla también de que las niñas tienen vulva y clítoris. Todas las mujeres, también las comunicadoras, “también las maestras”. Las feministas “me enseñan a cuidarla y a nombrarla y a conocerla y a tener una relación con mi vulva y con mi clítoris”, dice con total candidez y certeza. Y le dicen “Mira, tienes que conocer tu cuerpo y saber que hay partes de tu cuerpo que solamente tú puedes tocar y nadie más. Eso es importante: ni para bañarte ni para ir al baño ni nada”.
Con esa educación van Belém —y Vanessa, por supuesto— dando talleres presenciales y virtuales donde se informa a niñas y niños sus derechos a no ser golpeadas o jugar con cosas, sean de niñas o niños. Para que no las obliguen a estar calladitas y, peor, a casarse con un hombre de 50 o 60 años. Juntas visitaron Ciudad Juárez, Chihuahua, donde el emblemático Campo Algodonero y han dado talleres a las hijas e hijos de víctimas de feminicidio. Quizá estas niñas que ríen, se mandan cartas y corren tienen demasiada información. Quizás, como dice Vanessa Pizano, es mejor tener mucha información sobre cómo cuidarse que salir en un cartel de búsqueda.
LAS NIÑAS YA SOMOS
“No necesitamos crecer para ser”, dice muy convencida frente a la cámara. “Por eso, si estuviera frente a cinco mil personas adultas, primero que nada les recordaría que fueron niños o niñas con antojos, travesuras y regaños. Para que les traten como hubieran querido ser tratados. Y como seres inteligentes”.
“Queremos que nos escuchen, que nos tomen en cuenta, sobre todo cuando son cosas que tienen que ver con nosotras ¿Sí me explico? O sea, cómo me visto y a qué escuela voy, a qué voy a jugar”, remarca. “Que las personas adultas validen que las niñas y los niños también nos enojamos y también nos sentimos tristes y también tenemos miedos”.
“No necesitamos crecer para ser, yo creo que los niños ya somos”. A veces se piensa que hay que llegar a la universidad o a la vida adulta. Sin embargo, “nosotras sí queremos también que se nos reconozca eso, que las niñas ya somos. Por ejemplo, artistas. Las niñas que escribimos poema o cuentos”.
En el futuro, Belém quiere ir a otras partes del mundo. A Chile. Quizá a algunos lugares de África en dos años. Aprender otras palabras. Mediante los festivales feministas para niños: “Yo les comparto mis experiencias Les comparto el conocimiento; también ellas me comparten a mí y juntas llegamos a reflexiones para poder transformar nuestras realidades”. Lleva las preguntas grabadas de las niñas a las feministas para que les llegue más información. Y que llegue a otras muchas niñas.
Las niñas crecen, y cuando son adultas recuerdan seguramente a quienes “nos dieron un abrazo o nos dijeron algo bonito”. Belém siempre tendrá siete años y, como Pinocho, verá crecer y envejecer a otras personas. Pero siempre habrá una niña que pueda aprender con ella.
LA ADULTA FEMINISTA DETRAS DE LA NIÑA VANESA ALEJANDRA JUÁREZ PIZANO

La existencia de Belém y su misión dependen totalmente de Vanesa Pizano, una mujer joven que se presenta públicamente –y en ese orden– como sobreviviente de violencia de pareja, creadora y organizadora del Festival Feminista para Niñas, Las Sonrisas de Belém desde hace 8 años,, uno de los proyectos ganadores de la Convocatoria Perspectiva de Género 2021 de la Secretaria de Cultura de Puebla. También ha escrito las Historias Feministas al Ras del Suelo –un fanzine– y es promotora del Día Naranja contra la Violencia hacia las Mujeres en escuelas e instituciones de Tlaxcala y Puebla.
El Festival Feminista para Niñas se lleva dos veces al año desde 2017, alrededor del 30 de abril, Día del Niño y de la Niña, y del 11 de octubre Día Internacional de la Niña.
La historia de Vanesa Pizano, licenciada en Negocios Internacionales por la UATx y aspirante a una maestría en Estudios de Género de la UNAM, es de enormes logros, luchas y dificultades.
Este año se convirtió en la primera mujer en recibir una mención honorífica por la Fundación Desiderio Hernández Xochitiotzin que reconoce personas destacadas en la vida de Tlaxcala. Por Belém do Pará.
Fotografía: Federico Ríos Macías
- Fotografía: Federico Ríos Macías#molongui-disabled-link
- Fotografía: Federico Ríos Macías#molongui-disabled-link
- Fotografía: Federico Ríos Macías#molongui-disabled-link
- Fotografía: Federico Ríos Macías#molongui-disabled-link