Publicada Octubre 2012 Edición 59
“Alégrate, si en ti se establece ese divino alquimista que se llama dolor”. (Amado Nervo)
El dolor puede definirse como un malestar ya sea físico o emocional y en cualquiera de los casos, puede estar caracterizado por tristeza, enojo o ambos sentimientos, causando problemas en nuestra vida cotidiana y en la relación que establecemos con los demás.
Para la cultura oriental el dolor pone al ser humano en identificación con su parte más sensible y humana, si se trata de dolor físico recurren a terapias alternativas de tratamiento como la acupuntura, yoga, meditación, entre tantas otras, permitiendo que la persona contacte con su interior y armonice su energía.
Nosotros como parte de la cultura occidental parece que nos llevamos mal con el dolor, pues buscamos evitarlo la mayor parte del tiempo, si se trata de una pena en el corazón nos esforzamos para no hablar y pensar al respecto. Si nuestro dolor es físico por mínimo que éste sea, de inmediato buscamos un medicamento. No pretendemos decir que esté mal tomar medicinas, sobre todo cuando así está indicado, lo que hay que tener presente es que en muchos casos, nos llenamos de pastillas ante el más pequeño síntoma de dolor.

El dolor es irremediable, es decir, en algún momento de la vida nos duele algo físicamente, o alguna pena nos invade por dentro, pero qué pasaría si en lugar de quejarnos o evitar sentir, nos diéramos oportunidad de analizar nuestro dolor; por ejemplo, es posible que un dolor constante de cabeza sea resultado de una preocupación respecto a algo, un dolor de estómago sea consecuencia de un enojo provocado por algo o alguien, en ambos casos la medicina que decidamos tomar tal vez resuelva momentáneamente, pero quizá prevalezca porque nuestro estado de ánimo está alterado.
Lo mismo ocurre ante el dolor emocional, sea este de una separación, traición o muerte de alguien importante para nosotros, podemos “distraernos” consumiendo alcohol, abusando de los antidepresivos, comprando muchas cosas, ir de fiesta en fiesta, de relación en relación, etc. Y estas circunstancias ciertamente nos darán la impresión de mitigar exitosamente nuestra pena, sin embargo, cuando haya pasado el “efecto” todo volverá a la normalidad y el dolor ocupará otra vez su lugar en nuestra vida.
Tal vez nuestra perspectiva del dolor está asociada con todo lo negativo y al experimentarlo, irremediablemente podamos volvernos amargados y resentidos.
Hoy quizá sea necesario darle al dolor un nuevo significado en nosotros, uno más equilibrado que nos permita entender que el dolor puede ayudarnos a ver nuestra fuerza, promover nuestras habilidades y tratar mucho mejor a las demás personas.
Cada uno elige lo que el dolor es para sí mismo, no obstante tener una actitud más abierta al respecto, nos ayudará a integrarlo en una proporción más aceptable en nuestra vida.
Ya sea que se trate de un dolor físico o emocional, es preciso entender que éste no únicamente está para causar conflictos y malestares, sino que puede ser la perfecta oportunidad para pulir lo mejor de nosotros y transformarnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Psic. Adriana Zenteno Pérez
- Psic. Adriana Zenteno Pérez#molongui-disabled-link
- Psic. Adriana Zenteno Pérez#molongui-disabled-link