El Efecto Lucifer

Una de las grandes interrogantes que el ser humano se hace es sobre la naturaleza de la maldad.

El asunto compromete a varias formas del conocimiento, pasando por las explicaciones religiosas, científicas, empíricas y del sentido común. Pero las cuestiones anteriores son diversas, y cada una involucra y resalta elementos específicos que considera como determinantes en la esencia de la maldad.

En esta oportunidad, les presento una de las vastas explicaciones sobre el porqué de la maldad. Nos referimos al llamado Efecto Lucifer, identificado a partir de las investigaciones del psicólogo social Philip Zimbardo.

A él se debe el experimento de la cárcel de Stanford, efectuado a principios de los años 70 con alumnos de esa universidad californiana. Con el experimento, Zimbardo demostró la influencia en la conducta humana de un ambiente extremo y de la vida en prisión. Cada uno de los estudiantes que participó recibió un rol: era guardián o recluso.

Zimbardo reclutó a veinticuatro universitarios de entre setenta voluntarios. Los elegidos lo fueron por ser los más estables desde el punto de vista psicológico y emocional.

La prisión simulada se instaló en el sótano del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford; los guardias recibieron uniformes de estilo militar, además de gafas de espejo para impedir el contacto visual. Por otro lado, los prisioneros vestían batas de muselina, sin ropa interior, y calzaban sandalias de goma.

La indumentaria de los prisioneros fue escogida por Zimbardo para forzarlos a adoptar posturas corporales incómodas y provocar su desorientación. Además, los alumnos con el rol de prisioneros debían llevar medias de nylon en la cabeza para simular que tenían las cabezas rapadas, además de números cosidos a sus uniformes y una cadena alrededor de sus tobillos.

Dentro de este ambiente carcelario simulado, la única prohibición fue el maltrato físico; todo lo demás estaba permitido, con el fin de conseguir la despersonalización de los reos.

Dentro del experimento, los prisioneros vivieron un procedimiento completo de detención por parte de los custodios: se les tomaron las huellas dactilares, fueron fichados y se les leyeron sus derechos. Tras la detención, fueron trasladados a la prisión simulada, donde fueron inspeccionados, desnudados y desinfectados.

Los alumnos en el rol de prisioneros sufrieron un tratamiento humillante a manos de los guardias; muy rápido se abandonó la higiene y la misericordia.

Por ejemplo, el derecho a utilizar el lavabo pasó a ser un privilegio que podía, frecuentemente, ser denegado. Se obligó a algunos prisioneros a limpiar retretes con las manos, sin alguna protección. También se retiraron los colchones de las celdas de los reos malos; asimismo, se forzó a los prisioneros a dormir desnudos en el suelo. La comida era negada como castigo.

En tanto que el experimento avanzaba, muchos de los guardias incrementaron su brutalidad, sobre todo durante la noche, cuando pensaban que estaban apagadas las cámaras instaladas dentro de la prisión simulada.

De hecho, una cantidad importante de los voluntarios en el papel de guardias expresó su enfado cuando el experimento fue cancelado de forma prematura, debido a la peligrosa degradación sufrida por los participantes de ambos bandos.

El estudio de Zimbardo puso de manifiesto lo fácil que resulta que una persona “buena”, actúe con maldad o de manera inmoral, dependiendo del entorno y las circunstancias. También puso sobre la mesa la medida en que los impulsos arcaicos siguen siendo muy fuertes, y que situaciones extraordinarias como, por ejemplo, un encarcelamiento prolongado, pueden abrir vías en que se manifiesten impulsos de violencia y humillación contra otros.

Como resultado del experimento, Zimbardo acuñó el concepto de Efecto Lucifer, un fenómeno social y un proceso de transformación por el cual una persona sin patología e integrada a la sociedad, se convierte en un individuo violento, no por factores psicológicos o traumas personales, sino debido a la presión del ambiente.

Los escenarios estresantes, las reglas externas y el deseo de ser vencedores, hacen que los individuos se deshumanicen y actúen de una forma no esperada, jus­tificando su deshumanización.

Como dato extra, encontramos que la defensa del sargento Iván Frederick contrató a Zimbardo para ar­gumentar a su favor, por los cargos contra este y otros militares estadounidenses que participaron en la ocu­pación de Bagdad en 2003.

En ese juicio, Zimbardo puso de manifiesto que la posibilidad de dar un trato inhumano a los detenidos en la guerra global contra el terrorismo era totalmente previsible, a partir de una comprensión de los principios de la psicología social, unido a la coincidencia de nume­rosos factores de riesgo del entorno: la conformidad, la obediencia socializada a la autoridad, la deshumaniza­ción, los prejuicios emocionales, los factores estresantes situacionales y la escalada gradual del maltrato.

Finalmente, les recomiendo ampliamente el filme The Stanford Prison Experiment (2015), largometraje inspirado en el estudio de Philip Zimbardo, y que recoge buena parte de los momentos que tuvo esta prueba y los resul­tados que tuvo.

Reitero que la explicación del porqué de la maldad es un tema inacabado, abierto a nuevas hipótesis y estudios contemporáneos; sin embargo, el llamado Efecto Lucifer es uno de los modelos explicativos que permiten visibilizar cómo el contexto y los roles asignados permean para que se presente una conducta violenta y deshumanizante.

Ariadna Serrano Juárez

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