Entre la filosofía y la literatura: Anakaren Rojas Cuautle

Publicada enero 2022 Edición 169

La escritora y filósofa humantleca Anaka­ren Rojas Cuautle publicó en este año el cuarto libro de su trayectoria, Entre el cielo y el ruedo, ensayos sobre la esencia del pueblo huamantleco, como resultado de la convocatoria de producción editorial, emitida por el Instituto Tlaxcalteca de Cultura en 2020.

Para la autora, las tradiciones de los lugare­ños tienen razón de ser porque desde tiempos precolombinos ha habido una profunda relación con la divinidad femenina. Y desde la Colonia, el tlaxcalteca adoptó el amor a los toros.

Con una amplia trayectoria académica y proceso creativo, obtuvo en el 2019 el Premio Estatal de Ensayo “Emmanuel Carballo” con el libro Cómo bailar cumbias sin dejar de lucir intelectual. Se trata de una colección de siete ensayos en los que se abordan las cumbias, los memes, el futbol y la sororidad desde una perspectiva filosófica y humorística.

Sostuvo que el arte es una posibilidad para conocer el mundo ante la contingencia sanitaria que vivimos. Los libros, la música, los conciertos en vivo (vía streaming), los congresos en línea sobre temas filosóficos y literarios, además de cursos a distancia, le permitieron olvidarse por un momento del caos en que estamos inmersos.

El arte nos da un boleto de viaje a otras dimensiones y épocas en la historia de la hu­manidad, consideró la también docente. Los libros son su gran pasión, en especial los de filosofía; su formación en esta área le ha permi­tido tener un pensamiento crítico y analítico del contexto social y cultural. Cuestionarse siempre lo que escucha y observa, la llevó a escribir sus primeros ensayos.

La escritora ama comer, en especial los platillos de la cocina mexicana; de hecho, desde hace unos meses cuenta con una sección en un periódico digital para recomendar la gastronomía de Huamantla: quesadillas, mo­lotes, tacos, pozole, muéganos y todo lo que se prepara en un puestecito de la esquina o en un local más consolidado.

Incursionar en las redes sociales a través de su cuenta en TikTok ha sido un reto; sostuvo que no es lo mismo hablar que grabarse frente a una cámara. El contenido que desarrolla en esta plataforma digital es sobre autores y temas diversos enfocados al conocimiento filosófico; le interesa promover la filosofía desde donde encuentre. En entrevista para la revista Momento, la también doctora en filosofía nos habló sobre su vida y obra, retos y alcances en la literatura.

—¿Dónde naces y cuál es tu formación?

—Nací en la ciudad del Huamantla el 16 de octubre de 1988. Estudié la carrera en filosofía en la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

—¿Qué recuerdas de tu infancia?

—Viví mi infancia en la casa de mi abuela materna; por ello es que (sic) fui una niña so­litaria. De hecho, disfrutaba mucho la soledad. Me gustaba hacer pasteles de lodo o imaginaba que estaba en la escolta y ensayaba en todo el patio. Aunque cuando llegaban los primos me convertía en la que lideraba a todos. Era la consentida de los tíos.

—¿Cuál fue tu primer libro?

El soldadito de plomo; me daba mucha tristeza su piernita mocha. Cada vez que llegaba a la parte del pescado (que se lo come) me ponía triste. Creo que ahí surgió mi desagrado a (sic) los pescados.

—¿Cómo inicias tu gusto por la filosofía?

—Fue en el bachillerato, gracias a mi profesor de filosofía Luis Pérez Cuautle. Él nos hizo leer textos de filósofos como Sartre, Camus, de Beauvoir. En sus clases nos hacía cuestionarnos cosas que yo ya me había preguntado desde mi niñez, así que mi interés creció. Cuando me di cuenta que existe una disciplina específica para cuestionarse todo dije: “Esto es lo mío”. Ni siquiera lo dudé. El problema no fue decidir qué estudiar, sino que mis padres lo aceptaran. Me costó un poco, pero al final se dieron cuenta que era lo que realmente amaba y me pagaron la carrera. Ahora estoy en proceso de titulación en el doctorado en filosofía en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

—¿Cómo descubres tu gusto por la escritura creativa?

—Eso llegó mucho tiempo des­pués. Yo era una gran amante de la literatura, sin embargo, no creía que era algo que podía hacer. Mi escritura era muy estricta, súper formal: sujeto, verbo, predicado, sin florituras. La mayor parte de las evaluaciones en mi carrera fueron ensayos académicos, así que tenía que escribir todo el tiempo. Pero me exigía a mí misma ser clara y distinta.

“En el 2008 la licenciatura en Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras convocó a un concurso de cuento, no sé muy bien por qué, pero me senté a escribir una historia y la metí al concurso. No tenía mucha fe. El día de la premiación llegó y casualmente pasé por ahí, me quedé para ver quién había ganado, insis­to, no esperaba nada de mi cuento. Cuando anunciaron al ganador fue como el meme: ‘Ah caray, soy yo’”.

“Empoderada por ese premio concursé en el Premio Estatal de Literatura en cuento; obviamente no gané y mi carrera de escritora se pausó. En el año 2013 había hecho un ensayo muy bonito de filosofía mexicana y decidí meterlo a concur­sar en el Premio Estatal de Ensayo, tampoco gané, o eso creí. No recibí la distinción, pero el ITC me dio algo más valioso. Realizaron un taller de ensayo con todos los que habíamos participado y ahí el tallerista señaló mis errores y me ayudó a entender la diferencia entre ensayo académico y literario. Un año después una amiga solicitó colaboradores para su medio digital, decidí poner en práctica lo que aprendí en el taller y desde ahí no he dejado de escribir.

—¿A qué edad te adentras en la lite­ratura de una manera más formal?

—Pues el concurso de cuento fue en el 2008, tenía 20 años. Después comencé a escribir en el medio digital en 2014, tenía 26. Yo veo a muchos escritores tlaxcaltecas muy talentosos que comenzaron a escribir desde su adolescencia y me siento un poco mal porque yo empecé muy mayor.

—¿Cuáles autores son tu influencia?

—Definitivamente la tradición filosófica está presente en todas mis obras. Actualmente Simone Weil es la más importante para mí. Y en cuanto a literatura Conan Doyle; respecto a ensayo, que es el género en el que más me identifico, Monsiváis.

—¿Qué es la filosofía para ti?

—Es el arte de hacer preguntas, de cuestionarnos nuestra existencia y de dudar. Es una actividad que podemos y debemos realizar todos los seres humanos en cualquier momento de nuestra vida.

—¿Crees en el destino?

—Sí, [aunque] puede sonar paradójico, porque muchos filósofos nos han enseñado que lo único que tenemos es el aquí y el ahora, pero yo creo que nuestra estancia en esta vida no es gratuita. Hay ciertas lecciones que debemos aprender y que la vida se encarga de mostrárnoslas.

—¿Tu estancia en otro país influyó en tu percepción de ver a México y en tu escritura?

—Sí, definitivamente. Uno crece con la cultura y con las tradiciones que nos rodean y creemos que así es en todos lados. Cuando me fui a España me di cuenta de todo lo que hay de particular en nuestro país, y desde luego en mi Huamantla. Así que ahora lo valoro más. Respecto a la escritura muchas ideas de mis textos surgieron gracias a las pláticasque mantuve con amigos extranjeros, cómo ven ellos nuestras tradiciones.

—¿Cuál es el tema recurrente en tu obra?

—La difusión de la filosofía. Me siento como embajadora de esta disciplina; creo fervientemente en ella, en su poder sanador. Me parece que uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos hoy en día como humanidad es que aceptamos todo lo que nos dicen sin cuestio­narlo ni un momento. Creemos en el político corrupto, en el artista abusador, en el novio traidor. Por eso es importante, como dice Des­cartes, dudar de todo por lo menos una vez en la vida. Quiero sembrar, a través de mis textos, la semilla de la duda en mis lectores.

—Háblanos de tus libros.

—Cuento con cuatro textos. El primero de ellos se publicó gracias al H. Ayuntamiento de Tlaxcala en el 2010; es una compilación de tres ensayos sobre el Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana, escribo con otros dos autores tlaxcaltecas. El segundo es mi tesis de licenciatura, que se publicó en el 2013, El camino hacia la distinción cartesiana de alma y cuerpo. El tercero es Cómo bailar cumbias sin dejar de lucir intelectual, del 2020, y el último es Entre el cielo y el ruedo, ensayos sobre la esencia del pueblo huamantleco, que se publicó este año. Los últimos dos editados por el ITC.

—¿Qué han significado los premios y reconocimientos que has obtenido?

—El hecho de que ganes un premio no quiere decir que eres un excelente escritor. Si no lo ganas tampoco representa que seas un mal escritor. Para mí recibir un premio significa que el jurado calificador está en sintonía conmigo. Desde luego los disfruto muchísimo, son un gran aliciente, vienen acompañados de dinero, así que puedes comprarte algo bonito (para mí recibir dinero por escribir es una bendición) y lo mejor, hacen que tu obra se conozca. Para mí el premio que más atesoro es el primero, el de cuento. La primera vez que escribí, gané. Eso es súper inspirador.

—¿Qué opinas de la literatura digital?

—Me parece una excelente opción para difundir el quehacer literario. Hace poco vi el texto de Ficciones para llevar, de Salvador Armas, en su formato digital y me encantó. Es una gran forma de llegar a los más jóvenes, de hacer que se interesen por la escritura y la literatura. Yo no disfruto tanto leer en formato digi­tal, pero debemos admitir que este es el futuro no solo de la literatura.

—Eres muy activa en redes sociales, incluso tienes una cuenta de TikTok, tus contenidos son informativos, ¿cómo te sientes en esta modalidad de comunicar?

–Me es fácil hablar en público por­que he sido docente por diez años, aunque frente a una cámara es más difícil. Al principio me costó mu­cho; escribir el guion, aprenderlo, grabar y editar. Era una tarea muy extenuante. Ahora me siento más cómoda frente a la cámara. Es algo que planeo seguir haciendo.

—¿Qué es lo que más disfrutas de la vida?

—Comer, leer y escribir. En ese orden.

—¿Con cuál libro te identificas?

No es mi historia como tal, de hecho, está muy lejos de mis experiencias. Pero la obra que marcó mi vida, que es un antes y después, ya que me di cuenta del poder femenino, despertó en mí el deseo de vivir al máximo, de “que me pasaran cosas”, como dice la protagonista, es Arráncame la vida, de Ángeles Mistretta. He leído este libro cerca de ocho veces. Otro texto que me hizo replantearme todo fue Intimidad, de Sartre.

La obra que sí siento que narra mi vida no es literaria, es musical, el “Danzón número 2”, de Arturo Márquez.

—¿Para ti hay algún requisito o cualidad para ser escritora?

—El más importante: la pasión por la escritura y, desde luego, la disciplina para escribir, así como la disponibilidad y humildad para aprender. También saber escuchar cuando te corrigen, es muy difícil, pero sin ello no puedes crecer. Hay que prepararse constantemente, leer mucho e ir a talleres.

—¿Cuáles son tus pendientes como escritora?

—Tengo muy, pero muy pendiente un texto sobre un personaje tlax­calteca. Sueño por lo menos una vez a la semana con ese libro. Co­mencé a escribirlo hace dos meses, pero por mi actividad académica, interrumpí la redacción. Y está ahí esperándome e inquietándome. También quiero hacer una com­pilación de mis columnas Mujeres que saben latín; tengo pendiente un libro para adolescentes y niñas tlaxcaltecas contando la historia de mujeres mexicanas sobresalientes. Por último, estoy empezando a coquetear con la narrativa, así que ya tengo un plan de trabajo para una compilación de cuentos.

—¿Cuál es tu reto en la vida?

—No dejar de moverme. A veces la duda, el miedo, la ansiedad nos paralizan. Dejamos de hacer las co­sas que nos gustan y nos olvidamos hasta de nosotros mismos. Aunque a veces estoy triste o me da miedo fracasar me he propuesto no dejar de escribir, de pensar, de grabar vi­deos. Mi propósito es siempre estar en movimiento, aunque sea lento.

—¿Qué buscas a través de tu trabajo creativo?

—En primer lugar y lo más importante: divertirme. Si no me divierto cuando escribo, no estoy haciendo algo que valga la pena. Y por añadidura, que mis lectores se rían conmigo o de mí. Lo importante es que se rían un rato y olviden la pesadilla que estamos viviendo.

—¿Cómo has vivido en pandemia?

—Con mucho miedo, más que a mi contagio, al contagio de mis padres.

Ver tantas esquelas es horrible, pensé que estaba en una pesadilla inter­minable y que en algún momento iban a aparecer las esquelas de mis familiares. Viendo el lado menos peor (sic) aprendí muchísimo gracias a los cursos del ITC, incluso entré a uno de poesía. También me dio la locura de pandemia y en lugar de raparme me inscribí nuevamente a la universidad y ahora estoy cursando derecho.

—¿La contingencia sanitaria influyó en tu proceso creativo?

—Sí, en el sentido de que me ins­cribí a todos los cursos que abrió el ITC. Tuve contacto con grandes creadores y me ayudó a diseñar nuevos procesos creativos.

—¿Habrá un antes y un después en el arte, después de la COVID-19?

Definitivamente. Si algo nos per­mitió sobrevivir al encierro fue (sic) el arte, las películas, los libros, la música, los conciertos en streaming. El arte nos permite viajar a otras épocas y dimensiones sin salir de casa; creo que es una lección que no debemos olvidar. Hay que invertir en arte.

Fotografía: Federico Ríos Macías

Comparte este artículo