Entre telares y tintes. El arte textil de José Luis Romano

Su nombre es José Luis Romano Flores, artesano originario de San Bernardino Contla, “de una fundación que se llama barrio de Colhuaca”. Vive en el número 15 de la Calle 20 de Mayo, sección novena de Contla, donde recibe al equipo de Momento.

Hijo de Ángel Romano Saldaña y de Guadalupe Flores Xochitiotzi, el maestro José Luis Romano Flores ha dedicado casi toda su vida al telar, de donde han salido numerosas piezas ganadoras de premios estatales de artesanías, así como uno nacional, obtenido en San Luis Potosí.

Padre de tres hijos y con 54 años a cuestas, este artesano contlense advierte del riesgo de perder la rica tradición textil de su comunidad. En esta charla, también nos comparte sus andanzas por varios lugares del país, y el orgullo que siente de representar a Tlaxcala.

—Platíquenos usted un poquito de su infancia

—Crecí aquí con los primos. Todavía me tocaron las vivencias de jugar canicas, trompo; esos juegos que los muchachitos de ahorita ya no conocen, porque ellos ya están en la época del celular. Me tocó andar corriendo, jugando fútbol, béisbol, canicas, yoyo, trompo. A un aro le poníamos un alambrito y lo andábamos empujando. Fue muy bonita mi infancia aquí con mis primos, mis hermanos. A la vez, crecí viendo tejer a mi papá, porque desde chico lo veía tejer, y pues me gustó lo del tejido.

—¿Qué estudió usted?

—Estudié hasta la preparatoria en el CBTIS 03, en la Loma. Terminé la carrera de técnico laboratorista clínico. A partir de ahí me llamó más la atención el tejido; de años atrás, más o menos como de los noventa, empecé a fijarme que había concursos. Entonces me gustó, me empecé a meter a eso; pero las primeras veces que me metí, todavía no sabía diseños muy buenos. Nomás los veía; veía si era una cobija, así, bonita, llena de dibujo, con un diamante grande. Empecé a participar y fui mejorando, haciendo piezas más bonitas, mejores, y es lo que me gustó, porque empecé a ganar premios. Me metí a concursos que se hacían aquí en Contla, como los que se organizan por la feria de mayo.

“Luego hicieron concursos estatales, en los que también participé, y de ahí entré a los concursos nacionales. Empecé a ganar hasta en los nacionales. Eso me motivó más para meterme de lleno al tejido, a innovar, a diseñar, a crear piezas cada vez mejores”.

—Y cuando estaba niño, ¿qué era lo que más le llamaba la atención de este proceso de telares?

—Pues lo que me llamaba la atención era cómo salían los diseños, por ejemplo, una greca, tener en el papel y plasmarla en el tejido. Crecí tejiendo cosas acrílicas, de sintéticos, se puede decir; después me tuve que meter al trabajo de la lana, y lo que me gustó del proceso de la lana fue el teñido, porque al principio no sabía teñir.

—Y desde chiquito, le digo, generalmente, los papás dicen: “No, tú no sabes, quítate. O sea, ¿a usted sí le dieron chance de empezar a aprender?

—Sí, es que yo en eso como que me puse listo, porque de que veía a mi papá, él me facilitó un telar chiquito, no tan grandote. Aprendí con verlo; después lo intenté y pude. Lógico que primero hacía cosas que le decimos lisas y sin figuras, o si no una greca nada más con una lanzadera, pero ya después aprendí fácil, y pude hacer grequitas o cosas en recorte. Así me gustó y me fui metiendo. Haga de cuenta que mi papá así mucho no me enseñó, porque yo me puse listo. Y me gustó, me gustó desde chico.

—¿Usted es de los hermanos mayores?

—Soy el más grande de los hermanos. Tres hermanos nos dedicamos a tejer, además de mi papá. Los tres hermanos hemos participado en concursos y hemos ganado varios a nivel estatal; mi papá también había ganado. Siempre participamos.

—Y una vez que dice “Sí, sí le gustó y todo”, ¿sabía que a esto se iba a dedicar el resto de su vida?

—Yo creo que sí; le digo que me gustó y pues sí, eso me gustó, que a lo mejor sí le sufre uno un poquito, pero me ha ido bien en los concursos. Me tocó ganar varios premios de buenos montos y con la venta de las piezas; además, me conocieron en Fomento Cultural Banamex, porque trabajé piezas más o menos bonitas, y ya me tomaron en cuenta. Tengo el librito donde estoy incluido con los grandes maestros del arte popular. La licenciada Cándida Fernández me ha comprado piezas, que me llevan un año para hacer.

“El proceso de un año es un trabajo finito, de 25 hilos por pulgada. En esas piezas me tardo un año, pero me las ha comprado la licenciada Cándida; eso me ha ayudado porque pagan buen precio. Eso me ha ayudado mucho. Me emociona mucho cuando estoy tejiendo una pieza y la voy viendo, la voy viendo, y el día que la termino para mí es un gusto ver la pieza”.

—¿Qué es lo que hace usted más de piezas?

 —Lo que más hacemos es el gabán, ese que tiene un hoyito para metérselo por la cabeza; también hago sarapes. Esas piezas son para exposiciones; apenas estuvieron en Puebla, en el Museo Amparo, en Monterrey, inclusive creo que hasta en el extranjero. Esas piezas son colecciones, no nada más de textiles, sino que también compran talavera, bordados, madera, artesanías en general. Eso lo mandan a diferentes exposiciones. Mis piezas las andan llevando creo que hasta otros países.

—¿En qué se inspira un gran maestro como usted?

—Pues en lo que nos fijamos, no sé, en las cosas aquí del campo… no sé… una florecita y, pues, no sé, una hojita, algo así, de ahí, de la naturaleza, ¿no? Vemos de la naturaleza, digo tomamos cosas de ahí, de… pues no sé… Pensar, imaginarse cosas, pues sí, de la naturaleza.

—¿Su último diseño está inspirado en eso?

—Le digo, sí, algunas cosas de lo que nos fijamos de nuestro entorno, que vemos, que pensamos, inclusive hasta retomamos de nuestras culturas antiguas, como alguna greca; si nos gusta, la plasmamos. Una greca de los antiguos aztecas, de las culturas anteriores; tomamos de ahí las cosas y de los antepasados también.

—¿Y a sus hijos les gusta?

—Sí, ya vienen tejiendo, aunque hacen cosas lisas, pero ya vienen tejiendo, los tres. Ya van aprendiendo, les enseño. Pero ahorita ellas están estudiando. Una está en la preparatoria, otra va a la secundaria y el más chico está en la primaria, pero a ratitos vienen y tejen. Les digo que no tiene nada de malo que aprendan, porque ya han visto que me ha ido bien con la artesanía.

—Y nos podría compartir, por ejemplo, de las piezas con las que usted ha ganado, ha hecho, el costo de la más cara, por ejemplo.

—La más cara me la pagó Fomento Cultural Banamex en 110,000 pesos. Aunque se oye que es mucho, pero le digo que son como diez meses de trabajo. Cuando hacen una cuenta, pues así que digamos mucho, mucho, no es, porque son diez meses de trabajo.

—¿Y el último premio que ganó usted?

—El último premio que gané fue en el 2020, un concurso estatal en San Pablo del Monte. Gané un primer lugar.

—¿Cuántas horas le dedica usted a su trabajo?

—Yo creo que diario le dedico como 10 horas, porque luego salgo. Tengo la costumbre de estar tejiendo hasta las 10 o las 11 horas en la noche, porque siento que nuestro trabajo se facilita.

—Cuando usted empezó de quién aprendió más. Por ejemplo, cómo aprendió a usar los tintes naturales.

—A raíz de que en los concursos hablaban mucho de los tintes naturales, como la grana cochinilla, que es la plaga de nopal, el añil, plantas como el pericón, para sacar amarillos, me di cuenta que eso como que más llamaba la atención, tenía el enfoque del tinte natural y yo no sabía. En el ITC me mandaron un curso de tinte natural, porque me mandaron a Chapingo, y luego esa misma persona nos trajo un tintorero que nos vino a dar un curso en Ixcotla. Con esos cursitos aprendí y me di idea de cómo preparar los tintes, porque ese es un plus más, como que la aprecian mucho, inclusive los extranjeros. Al principio no sabía, hacía mis tejidos naturales.

“La lana tiene cuatro colores básicos en natural: gris claro, gris oscuro, blanco y café. Tendrá como unos 15 años que me metí a lo de los tintes y ahora hago mis teñidos. Eso me dio un plus, porque la mayoría de los premios que he ganado a nivel nacional han sido porque son de tinte natural; eso ha sido muy importante, pero le digo que lo aprendí por mi cuenta”.

—¿Cuáles piezas está trabajando?

— Tengo diferentes telares; tenía inclusive hasta uno de 50, ya bien finito para hacer unas miniaturas; tengo otro en el que estoy tejiendo acá un peine cuenta doce. Tengo diferentes texturas; entre más grueso sea, la trama sale más gruesa y pesada. En los delgaditos sale más delgadito y no pesan. Tengo diferentes. Ahora si tengo pesado un telar, una pieza, tengo pesado en otro y voy cambiando de telares.

—¿Cuántos telares tiene usted trabajos?

—Con trabajo tengo ahorita tres empezado diferentes piezas.

—¿Y cómo va trabajando con estos tres telares?

—Depende si quiero pieza para un concurso y ya le dedico tiempo a una pieza, es que yo estoy pasándome los concursos, pero, por ejemplo, ahorita ya paré en el de allá abajo, pues lo veo y me gusta cómo está quedando, pero lo que pasa es que ya me quedé sin dinero. Cuando me dedicaba a esas piezas venía ganando premios y tenía un dinerito extra, entonces me podía meter a trabajar diez meses y tenía de dónde agarrar para las de la familia, pero ahorita como me he quedado sin dinero, voy trabajando para vender.

“No le he podido dedicar tiempo. A una pieza de esas quisiera dedicarle tiempo, pero falta el dinero. Si me meto un mes a trabajar, necesito tener dinero para comer y para que mande a la escuela a los hijos. Cuando llega algún concurso me meto rápido a hacer una pieza, bueno, ni tan rápido, porque una pieza de esas me lleva más o menos como tres meses de tejido. Una pieza más o menos bonita y con buena calidad; si es como la que tengo en un telar allá abajo, que es más fino, ahí son como diez meses de trabajo. Pero primero Dios voy a acabar esa pieza, porque me gustan como quedan por la finura; quedan bien bonitas las prendas”.

—Y obviamente esa pieza es para premio.

—Para concurso, los mando a concursar.

—¿Y qué representa ser uno de los grandes maestros de Contla?

—Es un orgullo para mí. Me da gusto; como quien dice yo voy como si fuera un competidor, voy a correr, salgo de mi comunidad y voy a participar a nivel nacional. Ahorita va a haber concursos en Michoacán y en Chiapas; voy y represento a mi comunidad, el barrio de Colhuaca. Cuando gano, me da gusto. Gané para Tlaxcala. Aquí veo que luego no toman en cuenta las autoridades, pero yo he visto cómo, por ejemplo, ganan de Oaxaca y los acompañan sus presidentes municipales; los traen hasta en carro allá y están contentos y vemos al artesano que ganó. Los llevan a la premiación ahí a México y pues digo es un orgullo ganar, representar a nuestra población y ganaron con gusto. A nivel nacional es difícil, pero sí me ha tocado ganar varias veces; es un gusto que compite uno con los artesanos de Oaxaca, de México, de Michoacán. Nos damos un agarrón entre tejedores; es un orgullo ganar un concurso.

—¿Y cómo considera usted que se encuentra el trabajo que ustedes hacen de artesanos?

—La verdad ese sí ya está como que en peligro. Ahorita somos más o menos unas diez gentes que hacemos trabajos de calidad, pero veo que está en riesgo. No sé qué haría falta; por ejemplo, que incentivaran las autoridades, no sé. Pero si no lo cuidamos, pienso que hasta se puede perder, porque no hay jóvenes que vengan creciendo; como que ya no hay muchos. Yo soy un poco más grande, mis hermanos también ya son grandes. No veo que los jóvenes se dediquen a trabajos finos, con diseños bonitos; como que sí se está perdiendo.

—¿Y qué se tendría que hacer, por ejemplo, en su caso como artesano, para que esta tradición siga?

—Incentivar por parte de las autoridades. A lo mejor manejar becas, que paguemos a jóvenes para que aprendan; darles una beca para que tengan un interés, que ganen algo y que vengan a aprender, para que ellos sigan, aprendan y se dediquen a eso, que sigan trabajando para que no se pierda. Sería cosa de analizar, de pensar qué hacer. A mi familia sí pienso enseñarles y que aprendan; a lo mejor que no lleguen al grado que yo, de hacer mucho tiempo, pero que sí sepan hacer una grequita, cosas no muy complicadas. Yo les digo no es malo que aprendan, porque es un trabajo que sí se le sufre, pero sí deja.

—Y entonces usted a quién haría un llamado, ¿a las autoridades, a los jóvenes para que conozcan más de este trabajo?

—Yo digo que sí, a las autoridades, al gobierno del estado. No sé qué planear, manejar con unas becas algunos apoyos para que aprendan los jóvenes; pienso así, porque para uno está más complicado. A lo mejor a mis hijos sí les puedo enseñar, pero a alguien de fuera, pues no sé, pero estoy dispuesto si alguien quiere venir a aprender al taller. Yo estoy dispuesto a enseñarle; que alguien se arrimara y quiere aprender yo estoy dispuesto a enseñarle.

—No todos hacen eso.

—Pero yo sí. Si hubiera interés de alguna persona y me dijera: “Quiero aprender”, adelante, le enseñamos todo el proceso, desde cómo echar a andar un telar, porque debe aprender cómo hacer su tela, cómo  repasarlo, todo, todo el proceso, porque debe aprender; un día estará solito en su casa y debe saber todo el proceso. Si quieren aprender a teñir, también, adelante; no creo que no aprendan.

—Y si no está usted tejiendo, ¿qué otras cosas hace?

—Mi chamba es la tejida nada más; antes jugaba fútbol, pero por la edad ya lo dejé. Nada más estoy al tejido. Llevo a mi hija a la preparatoria y a mi hijo a la primaria; esas son mis salidas. A veces me voy en bicicleta a La Malinche, hasta el albergue; incluso he bajado hasta Huamantla en la bici, pero lo hago por ejercicio. Ese es mi distracción: irme en la bicicleta. Ese es mi vicio ahorita; anteriormente iba con mi hermano. Nos íbamos dos días y teníamos la costumbre de que ir los miércoles y los sábados, pero ahorita por cuestiones de chamba, cada uno va el día que puede. Es un buen ejercicio, porque hasta el albergue lo hago en hora y media; es pura subida. Es una buena friega; mis rodillas, mis piernas se cansan.

—¿Sería más fácil subir ese trayecto o tejer?

—Es más fácil ir en la bici [se ríe a carcajadas], porque la tejida es más complicada. Cuesta más una pieza, porque hay que dedicarle un buen rato; es más fácil subir en la bici, el tejido cuesta un poquito más. Además, es muy satisfactorio el tejido; cuando voy bien con la pieza, me emociona cuando la termino. La veo terminada y digo: “Hijos de su…”. Es un gustazo. Me digo: “¡Ay, qué bonito quedó esto!”.

—¿Cuál es su color favorito de los tintes que hace usted?

—Me gusta mucho la gama de azules, pero todos son bonitos: la grana, los rojos, el amarillo del pericón. Todos los colores son bonitos.  

—Si usted fuera un hilo, ¿qué cree que sienta cuando lo están tejiendo?

—Cuando me están tejiendo me dan vida; te da vida, porque una bandeja colgada no tiene nada, pero cuando la vamos entrelazando en el telar, la prenda adquiere vida; una vez que se teje lo hacemos en una greca, en un dibujito o un diamante bonito: le damos vida. El artesano le da vida a la prenda, va a quedar nuestra vida ahí, a futuro. Creo que vamos a dejar más huella; van a conocer nuestro trabajo.

Yo, por ejemplo, tengo un registro y ahora con las redes sociales, con los celulares, nos van a tener más seguimiento de aquí a futuro. Cuando ya no esté van a decir: “Esta pieza la tejió José Luis Romano, que ya falleció y era de Contla”. Hay piezas que son de hace añísimos y las tienen en museos. Algunas están en el Museo “Franz Mayer”. Nosotros vamos a dejar huella; creo que va a haber un seguimiento, van a saber quién hizo esas prendas.

—¿Cómo le gustaría que le recordaran?

—Que fui un artesano de San Bernardino Contla. Conocí a un señor que hacía rebozos, ya no me acuerdo su nombre, que inclusive ganó el Premio Nacional de Ciencias y Artes que le dan a los artesanos; él era rebocero y ya falleció. Yo lo vi, me invitaron una vez al “Franz Mayer” a una exposición de puros rebozos y ahí vi al señor trabajando en su rebozo, que era de cinturas: se amarran a un muro y están tejiendo. ¿Cómo lo recuerda uno?, pues como un artesano, un artesano muy bueno, de los mejores. Él era de Tenancingo, Estado de México.

—¿Usted se considera uno de los mejores artesanos de Contla?

—Pues yo pienso que sí, por los premios que he ganado. Tengo a nivel nacional, tengo estatales; tengo varios reconocimientos.

—¿Como cuántos premios tiene usted?

—Híjole, ya está perdí la cuenta. Tengo varios; aquí en Tlaxcala hubo un tiempo que me llevé galardones año con año. Yo creo que hasta los compañeros se enojaban [se carcajea]. Pero eran piezas que llevaban diez meses; llegué a ganar varios galardones en los sexenios de Mariano González Zarur y Marco Antonio Mena. Anteriormente hacían los concursos en noviembre, con la Feria de Todos los Santos; las premiaciones eran en el Centro de Convenciones, pero ya cambió; ahora el concurso va a ser en mayo. Creo que van a premiar el estatal. El director cambió la fecha.

—¿Entonces qué premio le faltaría a usted por ganar?

—Me faltaría ganar un galardón, pero a nivel nacional; ese no lo he obtenido a nivel nacional. He ganado primeros lugares, segundos y terceros; ya no tengo la cuenta de cuántos, pero no he ganado uno de Grandes Maestros del Arte Popular. He participado, pero nunca me ha tocado ese; creo que ese me faltaría.

—En dónde vende usted sus piezas?

—Cuando me ha ido mal, voy a meterme a Santa Ana; ahorita tuve que ir a refugiarme allá, lo malo es que nos explotan bien gacho. Hago una pieza o un caballo y hasta parece que de los locales todos manejan un precio y ni uno te paga más. Me pagan 700 pesos, pero usted vaya y pregunte cuánto cuesta un caballo y ellos lo venderán como en 1,500, ganan el doble y sin chingarse. Por eso evito ir, pero cuando me ha ido mal, he acabado con dinero de los concursos, pues ya voy otra vez, pero como me conocen, me han invitado a eventos. “El último que me invitaron fue en Tecámac, Estado de México, que dicen está cerca del nuevo aeropuerto. Ahorita que estuvo el tiro con arco, me invitaron a vender; en la feria me invitaron a vender. También en la feria hubo un evento de caridad, y también fui; en esos eventos me va más o menos, pero necesito tener algo de piezas para vender. Me invitaron a Los Pinos, que es más cultural, y la verdad es que nos tratan bien cuando nos invitan. Nos dan comida, nos ponen hotel y todo [risas]; todo lo que vendamos es para la casa. Me han invitado, pero no todo el tiempo; he ido solo a algunos eventos, como me ubican que soy artesano, me llaman de Turismo o a nivel nacional”.

Marisol Fernández Muñoz
Yassir Zárate Méndez
Fotografía: Federico Ríos Macías

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