Adriana Zenteno Pérez
Psicoterapeuta humanista

Durante muchos años, para ser exactos desde mediados del siglo XX, hasta el día de hoy, la discusión sobre el trato que se debe ofrecer a hombres y mujeres tiene cientos de matices. Algunos dicen que hombres y mujeres somos muy diferentes, otros que somos muy parecidos, unos más que nunca nos pondremos de acuerdo, y otros opinan que si queremos, podremos llegar a un acuerdo para una sana convivencia y colaboración.
Unificar opiniones puede ser todo un desafío, sobre todo en un tema donde las opiniones son extremas, y si eres mujer u hombre, de manera solidaria “debes tener” una opinión que vaya con tu género, de lo contrario hay que afrontar el señalamiento correspondiente.
¿Podemos hablar de igualdad entre hombres y mujeres, considerando lo distintos que somos? ¿O será que en realidad podríamos hablar de equidad en lugar de igualdad?
Si definimos igualdad, encontramos que se trata de una condición sin diferencias, donde todos los elementos son homogéneos; no obstante, la equidad implica dar a cada uno lo que merece, sin exceder o disminuir, valorando la individualidad.
Considerando las definiciones anteriormente señaladas, es muy importante reconocer que los hombres y las mujeres somos distintos, tenemos atributos y cualidades que nos hacen singulares, no somos iguales. Pese a esa diferencia, encontramos elementos que nos pueden hacen coincidir y armonizar, si así lo queremos, o también rodearnos de conflictos, y hacernos pasar por enemigos, sin serlo en realidad. Por eso consideramos que la equidad es el elemento fundamental que nos permitirá entender la diferencia psicosomática entre hombres o mujeres, sin que ello represente desventaja para nadie, donde cada uno responda y reciba no por su género, sino por sus actos.
Y así quitar el estigma histórico de hombres “malos” y mujeres “buenas”, pues en este plano de existencia hay buenos y malos de todo tipo, color, raza, tamaño, nacionalidad y género, porque sin importar si somos hombres o mujeres siempre podemos elegir, por ello somos responsables de lo que ocurre entorno nuestro, así la equidad permite a cada ser humano responder por su actuar y ser tratado en consecuencia, y no por ser hombre o mujer, sino por ser persona.
Parece que es tiempo de hacer una historia más incluyente, donde quepamos todos, con nuestros miedos y asuntos inconclusos, con nuestras debilidades y áreas de oportunidad, con esas diferencias que lejos de señalarse, precisan festejarse porque gracias a la diferencia que hay entre hombres y mujeres, podemos complementarnos y enriquecernos. Y seguramente hacernos felices.
Psic. Adriana Zenteno Pérez
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