La importancia del entorno familiar y los principios éticos para eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas en México

Autor: Dr. Moïse Lindor

Profesor e investigador en Programas de Posgrado de la Universidad Autónoma de Tlaxcala.

e-mail: moiselindor76@gmail.com

Las carpetas y llamadas de denuncias por actos de violencia se multiplicaron en la sociedad mexicana durante la pandemia del COVID 19. De acuerdo con datos del gobierno federal, durante el primer semestre de 2021 se registraron 129,020 carpetas de investigación por violencia familiar; un aumento de 24% respecto al mismo periodo del año anterior. Durante el 2020, el 75.78% de las lesiones ocurrieron en el hogar. En el 73.29% de los casos, la persona responsable tenía algún parentesco con la víctima. “El 81.6% de las víctimas fueron niñas y adolescentes mujeres”. Asimismo, la tendencia continuó en los primeros meses de este 2021: los casos por parentesco alcanzaron el 65.96%. Las niñas y adolescentes son las más violentadas (92.81%).[1] Los programas sociales para combatir el desorden, la delincuencia y la violencia contra las mujeres no han tenido los resultados deseados. Consecuentemente, los secuestros, los feminicidios, la violencia doméstica y las agresiones entre parejas van en aumento, contradiciendo así el contrato social, el principio de los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas adultas y menores. De este modo, se estima que 30.3% de los hogares en el estado de Tlaxcala, es decir 10,7459 hogares de un total de 35,4157 hogares experimentan violencia doméstica durante 2019. Se registra 27,429 hombres y 23,823 mujeres tlaxcaltecas de 18 años y más víctimas de algún delito en 2019; se calculó 2,008 víctimas de lesiones en 2019 y 1,744 en 2018[2]

Sin duda alguna, la violencia contra las mujeres y las niñas perjudican al bienestar integral. De igual forma, los acontecimientos violentos vulneran el contrato social, la cultura de respeto y el derecho a una vida digna.

En efecto, los hombres recurren a la violencia con mayor frecuencia que las mujeres, y los conflictos sangrantes para resolver sus indiferencias en los espacios públicos y privados se asocian a la necesidad de reafirmación de su masculinidad “la forma de ser hombre”. Pues, las agresiones físicas, psicológicas y verbales tienden a afectar las modalidades interiorizadas del contrato social, la armonía familiar, y conducen a las formas diversificadas de violencia en la sociedad, especialmente contra las mujeres y las niñas. Por ello, es fundamental entender las relaciones de complementariedad que existen entre las desigualdades de poder y los roles de género socialmente asignados al nacer, los cuales provocan la dominación masculina y el sometimiento de la mujer, así como la violencia simbólica y la relación superioridad-inferioridad que producen las agresiones y segregaciones contra las mujeres desde la temprana edad en el entorno familiar.

Indudablemente, cualquier forma de violencia es una violación de los derechos humanos que merece ser castigada. Ahora bien, se puede entender que la violencia contra la mujer se da específicamente por la crisis de valores humanos, la masculinidad tradicional y la decadencia ética donde se pierden inclusive los elementos básicos del reconocimiento de la igualdad y los derechos del otro a una vida digna y libre de violencia. En este sentido, se recomienda realizar acciones concretas para corregir las desigualdades de poder entre hombres y mujeres promoviendo el respeto a la integridad humana y la tolerancia desde la infancia.

Nuestra sociedad está marcada por costumbres y reglas de conducta destinadas a reducir los actos violentos contra los individuos desde la primera infancia hasta la vejez, para fomentar la sana convivencia. Por lo que, la educación familiar es fundamental para combatir la violencia contra las mujeres y las niñas, así como corregir, oportunamente, las conductas no deseadas de los varones para no repetir los patrones en la vida adulta. Recordamos que la mayoría de los jóvenes violentos han estado expuesto a comportamientos violentos en su familia durante su niñez. Así que “Los padres o tutores deben predicar con el ejemplo”.

Definitivamente, la combinación de la cultura de la no violencia, la educación familiar, los principios éticos y el respeto a los derechos humanos conducirá al cumplimiento de las obligaciones de la ciudadanía a establecer y reproducir relaciones y acciones positivas, respetuosas y honradas que permiten reforzar la armonía social y el respeto a la vida humana desde la transversalización de la perspectiva de género. Ahora bien, se puede evocar las tres cualidades esenciales para evitar la violencia: madurez espiritual y emocional (dominio propio), tolerancia y conciencia moral.

El combate a la violencia contra la mujer es un reto porque las configuraciones culturales han generado los comportamientos de oposición y las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Pero, reconocemos que el declive de los valores morales y la normalización de las actitudes machistas han producido sufrimiento, vergüenza y temor en los hogares; en consecuencia, las conductas misóginas han culminado en homicidios y feminicidios. Por ello, debemos perseguir el objetivo de vivir en una sociedad que promueve la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y la tolerancia para imposibilitar la violencia feminicida.

Coincidimos con Inmujeres (2019)[3], la violencia feminicida es el asesinato de mujeres por razones de género es la violencia más grave y extrema contra una mujer, este tipo de violencia afecta a niñas y mujeres de todas las edades, sin distinción de ubicación económica, social o cultural. En 2017 se registraron 766 presuntas víctimas de feminicidio, este número se incrementó en 2018 llegando a 906, en 2019 (enero a septiembre) el número registrado fue de 748 presuntas víctimas, considerando la tendencia se espera que 2019 concluya aproximadamente en 1036. En 2019, de las 32 entidades federativas, las tres con un mayor número de presuntas víctimas de feminicidio de enero a septiembre fueron: Veracruz (146), Estado de México (81) y Nuevo León (53). Por otra parte, se registra 17 feminicidios en lo que va del 2021 (El Sol de Tlaxcala, 2021)[4] De igual forma, las estadísticas revelan que en 2020 se registraron 36 579 homicidios en México. Es decir, una razón de 29 homicidios por cada 100 mil habitantes a nivel nacional, tasa que es igual a la registrada en 2019.[5]

Es indispensable introducir los principios éticos y valores morales, la cultura de no violencia, el respeto a las diversidades, la igualdad y la integridad humana desde la niñez en el entorno familiar y escolar para combatir cualquier tipo de violencia, odio y discriminación en la sociedad mexicana. En el caso del estado de Tlaxcala, la erradicación de la violencia contra la mujer es tarea de todas y todos los ciudadanos. Seguimos convocando a toda la población a sumarse a la lucha contra las desigualdades de género, las conductas machistas, la marginación y cualquier tipo de discordancia para fomentar la paz social y el ejercicio del derecho a una vida libre de violencia, sin importar un determinado género.


  • [3] http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/BA5N10.pdf
  • [4] https://www.elsoldetlaxcala.com.mx/local/suman-17-feminicidios-en-lo-que-va-del-2021-6890539.html
Dr. Moïse Lindor
Foto: Fuente Internet

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